Allanamiento de Mirada es una invitación a entrar sin trabas en mirada ajena, la del que pinta o dibuja. Es también una manera de nombrar el objetivo de esta muestra, que no es sino la construcción de un doble relato en torno a la mirada y la casa como moradas.

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Morar es habitar. Comparte raíz etimológica con detenerse, entretenerse, obrar lentamente, quedarse. Es de-morarse en ese lugar de certezas, la casa, que a veces las transparencias, los reflejos y las sombras visten de incertidumbres y ensoñaciones.

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Pinto a tientas la casa para aprenderla, para inventarla, para habitar lo pintado y descubrir esa estancia incierta e imposible donde se superponen diversos tiempos y espacios transfigurados. Pinto así la casa-vivencia, la casa-recuerdo, pero también la casa-paisaje y la casa-jardín que, en el habitar reversible que confunde interior y exterior, se tiñe de verde y rojo pruno. Habito así, en el pintar, las casas que descubro azarosamente al mirar la mía, demorándome en el lugar, pero también en el mirar.

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La casa morada, y de otros mil colores, también son sus ocupantes. Con su habitar redundante se hace cuerpo, gesto exacto e inolvidable reproducido sin necesidad siquiera de ver el espacio donde se fraguó y que desplegamos, casi por instinto, en otros lugares, queriendo quizás volverlos casa. También de esa percepción sensorial hablan las obras de Allanamiento de Mirada, de esa casa-sinestesia que navego con las manos, con los ojos, con los olores que construyen los caminos que, lejos o cerca, llevan a ella.

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Las obras aquí expuestas funcionan como ventanas de apertura, pero también como espacios transitorios y transitables desde los que pensar la casa y la mirada táctil, regeneradora y fortuita que se detiene en el detalle, que se enreda en el gesto, que se repite, incansable, para hacerse habitar.

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Begoña López Doctora arquitecta

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Allanamiento de Mirada is an invitation to enter unhindered into another gaze, the gaze of one who paints or draws. It is also a way of naming the objective of this exhibition, which is nothing more than the construction of a double narrative around the gaze and the house as dwellings.

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To dwell is to inhabit. It shares etymological roots with stopping, entertaining oneself, acting slowly, staying. It is to dwell on that place of certainties, the house, where transparencies, reflections and shadows sometimes turn it into a place of uncertainties and daydreams.

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I paint the house by groping along it to learn it, to invent it, to inhabit what has been painted and to discover that uncertain and impossible room where different times and transfigured spaces overlap. Thus I paint the life-house, the memory-house, but also the landscape-house and the garden-house which, in the reversible inhabiting that confuses interior and exterior, turns green and red pruno. Thus, in painting, I inhabit the houses that I discover by chance when looking at mine, dwelling on the place, but also on looking.

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The purple house, and of a thousand other colors, is also its occupants. With its redundant inhabiting it becomes body, an exact and unforgettable gesture reproduced without even needing to see the space where it was forged and that we unfold, almost by instinct, in other places, perhaps wanting to turn them into home. The works of Allanamiento de Mirada also speak of this sensory perception, of this house-synesthesia that I navigate with my hands, with my eyes, with the smells that build the roads which, distant or close, lead to it.

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The exhibited works function not only as opening windows, but also as transitory and transitable spaces from which to think about the house and the tactile, regenerating and fortuitous gaze that stops at the detail, entangled in the gesture, which repeats itself, tirelessly, to make itself inhabited.